La Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica fue creada en 1942, hace 82 años. Su origen se relaciona con el momento histórico que vivía el país, eran los años de la reforma social en Costa Rica y se ponía de relieve la necesidad de atender a los grupos más pobres mediante los servicios de la Caja Costarricense del Seguro Social, el Patronato Nacional de la Infancia y Salubridad Pública, que demandaban una preparación específica del personal que tendría a su cargo dichos programas.
En 1944 pasa a formar parte de la Universidad de Costa Rica, adscrita a la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Con ello se inicia el camino hacia la autodeterminación académica.
En 1947 adquiere el rango de Departamento de esa Facultad y desde entonces hasta 1956, se aprecia en su plan de estudios, un predominio de cursos de economía y administración.
En 1957 es reconocida como Escuela de la misma Facultad, en virtud de lo cual, adquiere autonomía administrativa y con ello la oportunidad de evaluar el curriculum en función del objeto de la profesión. El resultado de tal proceso se plasma en el plan de estudios de 1965, el cual refleja una marcada influencia de las concepciones del bienestar social y del servicio social norteamericano y en consecuencia, el curriculum se caracteriza por ser respuesta a los requerimientos de los órganos estatales, con una concepción de supuesta neutralidad valorativa de la ciencia y con enfoques que comprenden las manifestaciones de la problemática social como disfunciones de la sociedad.
Los últimos años de la década de los sesenta y los inicios de los setenta, constituyen el comienzo de un proceso de autocrítica del servicio social latinoamericano, en el marco del cuestionamiento de las universidades públicas y de la interpretación del desarrollo de las relaciones macro estructurales de la dependencia a partir de perspectivas críticas.
Todo ello configura la génesis de un proceso de autoevaluación y autorregulación sostenido en la Escuela de Trabajo Social. De un curriculum reproductor que perduró desde 1942 hasta 1972, transitamos a un curriculum emancipador a partir de 1973 hasta la fecha.
Desde su surgimiento, la Escuela ha estado vinculada a la problemática social y en torno a ella ha ido perfilando la identidad profesional.
Las desigualdades incrementadas en los procesos de desarrollo económico y las características del proyecto político dominante en Costa Rica, propiciaron un sustancial desarrollo en la intervención del Estado en la esfera social mediante la explicitación de políticas en el campo de la salud, la vivienda, la educación, la seguridad social, la administración de la justicia, los servicios sociales de protección socio legal a la familia, el empleo, las organizaciones comunales y socio productivas, entre otras, políticas intrínsecamente articuladas a la naturaleza de la profesión.
El tipo de respuesta estatal y el desarrollo de las fuerzas sociales en la sociedad civil, en especial aquellas que se caracterizan por una posición y situación social de desventaja comparativa de orden económico, social y político, crean también espacios atenientes al ejercicio profesional del Trabajo Social.
El cumplimiento de su función social obliga a la Escuela de Trabajo Social a desarrollar plasticidad y expresarla en una permanente lectura de la realidad nacional y una constante autoevaluación de su quehacer, que le permitan mantener su vigencia y pertinencia frente a los desafíos que la sociedad costarricense le impone.
Misión
La Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica tiene como misión ofrecer a las y los estudiantes una sólida formación académica sustentada en un proyecto educativo científico, innovador, ético-político, que les permite comprender e intervenir ante las múltiples expresiones de las desigualdades sociales, desde un posicionamiento crítico y comprometido con el respeto de los derechos humanos y el mejoramiento en las condiciones de vida de la población en condiciones de pobreza y exclusión social.
Visión
La ETSoc es una Unidad Académica que articula la investigación y el desarrollo de la profesión con la acción social y con los procesos de formación académica de las y los profesionales inculcando el compromiso con la construcción de una sociedad equitativa y justa; la promoción y defensa de los derechos humanos para y con las poblaciones sujetas de su quehacer profesional y la participación en procesos de formulación y gestión de la política social desde una perspectiva de inclusión y ampliación de la democracia..
Nuestros valores
Excelencia Académica: es concebida como una filosofía del ser y hacer académico. Se sustenta en rigurosos fundamentos ontológicos, epistemológicos, teóricos y metodológicos, así como en posicionamientos ético-políticos que sean coherentes, y por ende, visibles en las prácticas y actitudes cotidianas de las y los miembros de la comunidad académica. Se apoya en criterios de calidad, eficiencia, eficacia y mejoramiento continuo. Lo cual supone una gestión que enriquece académicamente a la Escuela y a la Universidad en general y que, a su vez, está en sintonía con las necesidades y problemas emergentes del entorno social.
Solidaridad y compromiso social: todos los sectores sociales serán de interés para el quehacer de la Escuela de Trabajo Social; sin embargo, priorizaremos nuestra gestión hacia aquellos sectores cuyas condiciones de vida y de trabajo generan situaciones violatorias al pleno disfrute de sus derechos. Para lograrlo, construiremos conocimiento y acciones comprometidas con las realidades, necesidades, intereses y desafíos de estos actores sociales, desde una posición de promoción, defensa y exigibilidad de los derechos humanos, en pro de la equidad y la justicia social.
Ampliación de la democracia: parte de la construcción de procesos de participación crítica donde docentes, estudiantes y administrativos son considerados como sujetos que ejercen sus derechos y asumen sus responsabilidades. También, supone ir más allá de los límites de la comunidad universitaria para convertirse en promotor y defensor de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales, apoyando de esta forma los procesos de construcción de una democracia inclusiva.
Aceptación de la diversidad humana: parte de la no discriminación de personas por su condición de género, edad, etnia, preferencia sexual, opción política y religiosa, pero la trasciende. Implica valorar y aceptar lo (a) diferente, lo heterogéneo, lo múltiple, concibiéndolo como posibilidad, no como obstáculo, para la construcción e implementación de propuestas integrales dirigidas a diversos grupos sociales.
Autonomía universitaria: es el derecho que poseemos como Unidad Académica para expresarnos y actuar de forma independiente y crítica, en consecuencia, con las disposiciones del Estatuto Orgánico de la Universidad de Costa Rica y las reglamentaciones correspondientes.